¿Tenía razón Jesús en su manera de hacer misiones? Esa es la pregunta.
A lo largo de Europa, a lo largo de las naciones occidentales, estamos buscando maneras de alcanzar a nuestras naciones con el Evangelio de Jesús. Hemos visto dos décadas de extraordinaria creatividad. Nuestra música es más variada, nuestros gráficos más convincentes, nuestras traducciones de la Biblia más a tono con las culturas en las que estamos y los públicos a los que estamos tratando de llegar. Hemos experimentado con nuevas formas de iglesias- en todo tipo de sedes, usando todo tipo de diferentes formas de reunión y ministerio. Maravilloso. Y hemos visto una extraordinaria gama de persuasivas y muy eficaces iniciativas de acción social. Brillante.
Y en casi cada nación europea, y en la mía, hemos visto dos décadas de declive. ¿Hay un fallo en nuestra aproximación?
En 2010, en el tercer Congreso de Lausana para la evangelización del mundo, sugerí que la estrategia general de misión de la iglesia evangélica en todo el mundo era esta:
“Reclutar al pueblo de Dios para que renuncie a parte de su tiempo de ocio para apoyar las iniciativas de misión de los obreros pagados por la iglesia”.
Bien, prácticamente todos los que estaban en la sala aquel día, coincidieron en que esa era la estrategia de su país.
La implicación de esa estrategia es que el 98% del pueblo de Dios, los que no están en trabajos pagados por la iglesia, no están siendo capacitados para la misión y discipulado en un 95% de su forma de vida: ministrar en los lugares a los que normalmente van, entre la gente con la que normalmente coinciden en su vida de lunes a sábado.
O por decirlo de otra manera, sobre todo buscamos hacer conversos, buscamos hacer miembros de la iglesia… pero no estamos necesariamente haciendo discípulos, gente equipada para vivir y compartir el estilo de Jesús en su contexto de todos los días en este momento. Como lo expresó el obispo Graham Cray, autor de Missión-Shape Church (Iglesia con forma de misión), uno de los pensadores misioneros líderes, “las iglesias tienen que darse cuenta de que el corazón de su llamada es hacer comunidades que hagan discípulos, aparte de todo lo que hagan”. No está claro en absoluto que hacer discípulos- de la forma holística, intencional, relacional de Jesús- esté en el corazón de muchas comunidades. Es más, “Hacer discípulos” no era solo la praxis de Jesús, es la estrategia de misión que nos dio. ¿Estaba en lo cierto? ¿Y hemos actuado como si fuéramos Él?
Hay todo tipo de fuerzas que han militado en contra de que tomemos la estrategia de Jesús en serio. Está la generalización y el poder de la división sagrado-secular, y está la pura dificultad de cambiar una cultura de iglesia que ha sido históricamente así enfocada en la “iglesia reunida” como lo opuesto a “iglesia reunida y dispersa”.
Pero hay una razón más profunda y alarmante para la relativa escasez a la hora de hacer discípulos con toda la vida. Después de todo, lo que hacemos, refleja lo que vivimos. Nuestra praxis refleja nuestro ethos. El fallo a la hora de honrar de verdad la vocación misionera de todos los días de todos los creyentes es un indicador patente de que sin advertirlo hemos operado con un Evangelio parcial. ¿No es toda la tierra del Señor? ¿No vino Jesús a reconciliar todas las cosas consigo mismo por medio de su sangre derramada en la cruz? ¿Hay algún sitio donde un discípulo de Jesús no sea su embajador? ¿Hay alguna tarea que no pueda hacerse en su nombre y para su gloria? La buena noticia no es sólo que hayamos sido salvados de nuestro pecado sino que hemos sido salvados para una razón mayor. Dorothy Sayers, la escritora y apologista británica, lo expresa poderosamente en un famoso ensayo sobre el trabajo:
En nada ha perdido la iglesia contacto con la realidad tanto como en su fracaso a la hora de comprender y respetar la vocación secular. Ha permitido que el trabajo y la religión se conviertan en departamentos separados y está atónita de descubrir que, como resultado, el trabajo secular del mundo se ha vuelto a fines puramente egoístas y destructivos, y que la mayor parte de los trabajadores inteligentes se han vuelto irreligiosos o al menos no interesados en la religión… ¿Pero es sorprendente? ¿Cómo puede alguien seguir interesado en una religión que parece no preocuparse del 90 % de su vida?
Su declaración no era solo sobre el trabajo. Su declaración era sobre el Evangelio. Y es aplicable a hoy en día. El fallo general a la hora de enseñar un punto de vista bíblico sobre el trabajo y entender el trabajo como contexto para el discipulado y la misión, es parte de un fracaso más amplio a la hora de ofrecer un Evangelio para la vida global a los creyentes y no creyentes. No es de extrañar que la gente no esté fascinada por el Evangelio. El Evangelio que hemos presentado raramente incluye una visión convincente para la vida de lunes a domingo en el mundo de Dios, para la aventura de ser parte de los propósitos de Dios en nuestras vidas diarias, donde quiera que estemos.
Así pues, es precisamente tal visión holística la que la gente joven ansía, una manera de vivir que esté marcada por la autenticidad., que les implique en una causa más grande que ellos mismos, que busque la justicia para todos, y la salud para el planeta, y un sentido de identidad y seguridad que no dependa de su estatus social en los medios. No quieren un Evangelio de “tardes y domingos” más de que lo quieren vivir solo para los fines de semana. ¿Para qué lo iban a querer? Sí, Jesús dio su vida en rescate por muchos, para pagar el precio del pecado, para abrir el camino al Padre, pero también dio su vida para tener vida abundante, y unirnos a Él en la misión de Dios- de hacer su voluntad, así en la Tierra como en el cielo.
Por supuesto, los origines de Lausana como movimiento descansan sobre una visión holística de las implicaciones del Evangelio. Nuestros pensadores pioneros, Samuel Escobar, Rene Padilla, Ron Sider y John Stott, elevaron un estandarte por la “misión integral” pero mientras eso ha llevado a la transformación de la implicación de la iglesia evangélica con acción social en nombre de los pobres, aún no hemos visto un movimiento decisivo hacia un discipulado robusto de todo el pueblo de Dios para su llamada diaria en el mundo. Por ejemplo, con razón honramos a aquellos que ayudan a los pobres a salir de la pobreza, pero es menos probable que nosotros reconozcamos a la gente que crea sus empleos, o escribe las normas que impiden que la gente se vuelva pobre en primer lugar. Nos queda mucho por hacer.
Y es por este cambio por el que hemos estado trabajando en el London Institute for Contemporary Christianity (LICC) durante los últimos veinte años. Y en nuestros círculos, hemos visto un cambio. Trabajando con individuos, líderes de iglesia, y con líderes denominacionales ahora podemos señalar a las iglesias donde la gente piensa que el ministerio de cada día es normal, donde nadie tiene que decirle que ore por la gente que conoce en los lugares a lo que normalmente va, donde la mayoría de la gente sabría que lo que ellos hacen en el campo, la fábrica, la oficina o en cada casa, puede hacerse para Dios.
Hemos aprendido mucho y este es el caso en Reino Unido y al menos, el discipulado integral está firmemente en la agenda en una amplia gama de movimientos -32 de 43 diócesis de la Iglesia de Inglaterra, por ejemplo, se inscribieron para ser parte de Setting God’s People Free, (Liberando al pueblo de Dios), una iniciativa designada para ayudar a las iglesias a discipular a todo el pueblo de Dios para toda la vida.
Pero no estábamos bajo una ilusión. Los cambios culturales llevan tiempo, pero menos porque la división sagrado-secular, ha impregnado la cultura evangélica como tinte rosa en una colada de ropa blanca o vinagre en una ensalada de frutas. Afecta a todo- vidas individuales, cultura de iglesia, educación teológica, lo que hemos visto en la Biblia, lo que honramos en la iglesia, lo que oramos por el mundo. Afecta a nuestros grupos pequeños, nuestras canciones, nuestro curriculum de la escuela dominical, nuestra predicación, nuestro cuidado pastoral. Por otro lado, la gran comisión, no fue una sugerencia, sino un mandamiento del Rey del Universo. Así que, cómo vivimos el mandamiento, cómo ayudamos a otros a vivir, cómo nosotros, como movimiento, permitimos que el pensamiento y la acción invadan nuestro pensamiento y acción en todas nuestras áreas especiales y en todas nuestras diferentes culturas, y cómo aprendemos unos de otros por el camino, esta es una conversación de la que nosotros LICC ansiamos formar parte.